Hasta mediados del siglo pasado, se concebía al delincuente
como una suerte de “entidad patológica” ante la cual la sociedad organizada en
base a los inmutables valores que debía preservar a toda costa, debía actuar a
fin de encontrar las razones de la patología, y aplicar el remedio. Tal ha sido
(y es) la base ideológica fundamental de las políticas estatales dirigidas
exclusivamente a la corrección del problema criminal, aplicando penas y
sanciones con cada vez mayor severidad y violencia.
En la actualidad, la sociología criminal, es la ciencia que
estudia el delito como fenómeno social,
es decir, la criminalidad en toda su complejidad y la pena en cuanto reacción
social, en sus orígenes, evolución y significación y en sus relaciones con los
demás fenómenos sociales relacionados con una y otra. En el medio ambiente
sociocultural, el sociólogo considera el acto criminal como una respuesta de
ciertos individuos a los estímulos modulados por la organización social. Ya sea
la familia, el habitat urbano o rural, el género de vida industrial, pastoral
o postindustrial, o el origen étnico, siempre se trata de influencias que se
ejercen de un modo selectivo sobre las personas que componen una colectividad.
Hacia la mitad de la década de los sesenta se impugna una
predominio de la sociología modelada sobre las ciencias de la naturaleza, que
se apoyaba en las tradiciones positivistas y dejaba mucho a los procedimientos
empíricos. Al modelo consensual de las relaciones sociales se oponía el modelo
conflictual, que considera los agregados sociales como entidades que tienen
entre sí relaciones conflictuales en función a intereses antagónicos. En el
modelo consensual, la “solidaridad” de los órganos obedece a un mismo principio
de organización; sugiere la homeostasis del sistema, cuyos elementos están
todos unidos por interacciones sutiles provocadoras de otras tantas
retroacciones que modifican el conjunto y contribuyen a su mantenimiento. En el
modelo conflictual, los intereses opuestos provocan conflictos entre individuos
y grupos sociales que no se solucionan por el ajuste, la adaptación, la
investigación y el establecimiento de un nuevo equilibrio que supere el
conflicto, como ocurre con el modelo consensual. Todas las relaciones sociales
deben apreciarse en función de su contribución y de su significación en estos
conflictos, que constituyen instrumentos naturales en el advenimiento de una
sociedad más justa, menos alineante, que reconcilie al hombre consigo mismo.
Para la escuela social es importante la desigualdad material
y la división del trabajo, el sistema jurídico busca la justicia social ante
todo y tiene un criterio político que busca la comprensión y las mejoras
sociales.
Esta perspectiva no consiste sólo en reconocer la
influencia de factores sociales junto a los predisponentes individuales del
delito, sino en afirmar de que el crimen ya no es un fenómeno de patología
individual, sino un resultado social; pues sería la sociedad la que, a través
de diversas fuentes, produciría criminalidad, y esta producción constituiría un
rasgo patológico que se presenta bajo diversas maneras de organización o de estructuración
social.
Las causas del crimen deben ahora buscarse en ciertas
condiciones de la dinámica o de la estructura social. De esta forma, la
sociología de la desviación, cuyos desarrollos se remontan a las primeras décadas
del siglo XX, modificó significativamente los esquemas interpretativos antes
centrados en la identificación de la criminalidad con desordenes de patología
individual; no obstante las diferencias, estas nuevas explicaciones
ambientalistas no se apartaban radicalmente del modelo central arraigado en la búsqueda
de las causas y en la corrección de los defectos, aunque las causas ahora eran
otras y los modos de incidencia habían variado.
En la lectura se presentan diez teorías con el afán de
clasificar y encasillar los pensamientos de los estudiosos, los tratadistas
suelen presentar una multiplicidad de teorías contemporáneas de la
criminalidad; sin embargo, las notables convergencias apenas si permiten
algunas agrupaciones; así́, cada teórico resaltó unas u otras de las variables
intervinientes, sin que ello obste a reconocer la complementariedad y articulación
de las observaciones.
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